SOMOS TODOS EQUILIBRISTAS

Las relaciones humanas como todo lo vivo, se movilizan en función de equilibrios.
La salud general del individuo se define por el nivel de equilibrio que consiga sostener. Tanto en lo corporal como en lo mental, un estado natural que es alterado producirá síntomas a modo de una protesta interna que reclama cuidados y una restauración inmediata del equilibrio perdido. Un síntoma que no es atendido se verá agravado y multiplicado. El resultado final es un deterioro en la salud, en los vínculos y en la calidad de vida.
De cuánto equilibrio puede salvaguardar o recuperar, es cada uno responsable. Si lo equilibrado predomina en una persona será más apta para la convivencia en armonía que si predomina el descontrol, en cualquiera de los rubros.
Es una línea muy delgada la que separa al equilibrio de lo desequilibrado. Como el equilibrista que debe mantener el peso de su vara en un punto justo, y si lo inclina aunque levemente, puede perder su delicado equilibrio, así de preciso es aquel que concierne a la salud.
Por eso, importa y mucho qué medidas toma cada cual cuando aparece una primera señal de que algo en su salud no está funcionando bien. Ya que de eso depende cuánto puede llegar a desequilibrarse todo el sistema. Esa tan mentada unidad bio-psico-social.

Prevenir es cuidar_se

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