UN ASUNTO DELICADO

Ser padre no sólo implica alimentar, vestir y llevar a vacunar al hijo. Hay trabajos más sutiles, menos visibles o identificables a simple vista.
Cuando el niño ya empieza a transitar por el mundo con más independencia y a recibir más y complicados estímulos, una de las tareas más difíciles del padre o del adulto responsable a cargo es enseñarle a diferenciar. Diferenciar entre mensajes contradictorios o confusos que presenta la realidad, esclarecer sobre lo verídico y lo ficticio, entre lo importante y lo accesorio de un objeto, una imagen, una situación. Alertar sobre la diferencia entre algo que es y algo que parece ser. Que el padre advierta al niño sobre distintos puntos de vista que los adultos suelen tener y cómo en base a eso definen sus conductas. Sobre los códigos y reglas de juego que cada casa puede desarrollar y lo distinto que pueden ser respecto a la propia, advertir sobre las consecuencias para una persona que sabe esperar de otra que apura sus decisiones. De porqué no conviene dejarse llevar por los impulsos o por las determinaciones de los demás..
En fin, prepararlo para la vida es acompañarlo para enfrentar distintas situaciones desde un aporte cargado de experiencia y sabiduría. Si esa transmisión se realiza con humildad el niño sabrá apreciar el mensaje.
Pero, obviamente, para llevar a cabo esta preparación el adulto debe tener las cosas lo suficientemente claras como para que su palabra se emita en base a un contenido acreditado, y a una coherencia. Debe haber primero, buscado esclarecer su interior y despejado, en lo posible, sus propias confusiones.

Prevenir es cuidar_se

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